¿Por qué me habla mi cuerpo?

Quizás y paradójicamente nuestra primera gran equivocación es la de sentir a la enfermedad como una pérdida de armonía en vez de sentirla como la instauración de un equilibrio. Si somos capaces de diferenciar entre enfermedad y síntoma desplazaremos nuestra atención del plano corporal al plano psíquico, el único en el que la curación se hace posible.

¿Cuántas veces hemos dicho eso de donde pongo mi pensamiento, pongo mi energía?.
Mi pensamiento, por sí mismo, dirige su propósito y la energía va tras él, centrándose donde él lo desee. Si mi energía no circula por culpa de mi pensamiento, ese bloqueo me va a producir un malestar que será traducido por dolor o enfermedad. Tan sólo reconociendo mi actitud podré liberar esa tensión o bloqueo que me mantiene cerrado. Así podré suavizar mi dolor, al reducir el estrés nervioso, por ejemplo al observar un dolor de muelas, sólo con verlo relajadamente y aceptarlo ya empieza a calmarse.
Las formas en las que se manifiesta esta energía son muy diversas, conflictos, emociones, deseos o aspiraciones. Si tenemos una carencia o hay una falta de armonía interna entonces somos vulnerables y podemos contraer desde un frío, una rabieta o una profunda confusión. Lo físico y lo mental están profundamente interrelacionados cualquiera que sea la manera en la que se expresen. La manifestación no es nada más que una necesidad de escape de esa energía.

No es por casualidad que el cuerpo tenga una forma espacial determinada, cada segmento de nuestro cuerpo cumple con una función específica propia de su personalidad, por ejemplo, las suprarrenales están cerca de esa musculatura dorsal que se va a movilizar para el ataque – defensa, las piernas están en el lugar óptimo para desplazarse y controlar el movimiento, etc. Un pensamiento cargado de negatividad desestabilizará y debilitará la zona que lo manifieste y la hará muy vulnerable para sufrir un daño o enfermedad.
Freud decía que: «Cuando un cristal se cae y se rompe, no lo hace por un lugar cualquiera, lo hace por donde se han ido creando las líneas de ruptura desde la cristalización».
El producto de nuestro pensamiento vuelve siempre a esas zonas que vamos contrayendo o lesionando de manera constante y repetitiva.
En realidad el cuerpo expresa ese lenguaje de negatividad, si lo supiéramos escuchar podríamos corregir esas pautas de pensamiento y transformarlas en otras más positivas.
Esto nos va a suponer reconocer esos conflictos o límites internos, transformarlos al confrontarlos y crear un espacio interno de armonía.
Las situaciones y sucesos de la vida no son la causa esencial de nuestros problemas, la causa esencial es cómo yo afronto esas situaciones y cómo reacciono a ellas.

Es de alguna forma el pensamiento que yo siembro sobre las situaciones lo que va a alterar su manifestación. A veces a eso le llamamos «estrés». No es algo momentáneo y situacional, es una actitud repetitiva y acumulativa lo que va creando este aprendizaje y la germinación de emociones negativas. Si no reconozco mi estado interior más daño le haré a mi cuerpo ya que la resistencia disminuirá y la manifestación interna hacia la vida será cada vez más negativa.
Esta repetición de pautas negativas nos pueden llegar a hacer más daño que cualquier situación externa. Las críticas permanentes, los celos, las envidias, la culpabilidad, todo esto lo regulamos a través de esa maravillosa central a la que llamamos «personalidad». Los sucesos de la vida son lo que son, es nuestra visión personal lo que nos hace sentirlas de una forma u otra, si viéramos relajadamente estas escenas de nuestra realidad sin prejuzgarlas, esto nos daría un estado de dominio en nuestras actitudes muy positivo.
Nuestro cuerpo es una placa fotográfica que retiene todo lo que experimenta, si supiéramos observar detenidamente nuestro envase corporal, su forma, sus tensiones, tipo de lesiones sufridas, esto sería una ventana abierta que refleja las tendencias, preocupaciones y ansiedades.
El cuerpo no va por libre, ni es ajeno a sus actitudes, tanto si expresa un cierre o una actitud de firmeza y se defiende de la vida, ambas estarán integradas en sus estructuras profundas desde mucho antes que su manifestación. Todos los malestares de nuestro cuerpo y sus manifestaciones son secundarias. Cada manifestación corporal tiene un soporte mental, sea pensamiento o emoción, que fué anterior. Como se dice en la psicoanalítica «aislar el efecto es negar la causa».
Nuestro cuerpo es comprensivo y compasivo, siempre nos da la oportunidad de conocernos mejor y nos da los elementos para enfrentar aquello que nos amenaza. Refleja y materializa nuestro pensamiento consciente, pero también expresa nuestras energías inconscientes, necesidades, emociones reprimidas o temores, a través de nuestro sistema fisiológico. No nos componemos de cuerpo y mente sino de cuerpo-mente. A veces lo consideramos como «algo» ajeno a nosotros que se lesiona, y como algo lo llevamos a reparar sin pensar que ese «algo» es inteligente y sabe cómo reaccionar. El estado de ánimo alegre va casi siempre acompañado de un estado interno saludable. Por el contrario, cuando nuestro organismo falla nos manifestamos de una manera irritada y deprimida.
Nuestro ser es muy complejo e interactúan multitud de energías que conforman nuestra realidad personal, «personalidad», estas energías están en permanente comunicación entre ellas, el movimiento, la emoción, la sensación y la conciencia forman parte de este todo que mantiene físicamente nuestro organismo. No hay separación entre cuerpo-mente-espíritu. Este es el origen de la enfermedad psico-somática, que no es nada más que una oportunidad de reconocer y aceptar el origen de mi dolencia. Por ejemplo, cuando digo que me duele la tripa, estoy diciendo que algo internamente se manifiesta en mi tripa y yo lo expreso con rabia y confusión así «me duele la tripa».
Esto que siento en mi interior es una parte totalmente mía y no está separada del resto de mi persona. No soy víctima de lo que me sucede, tengo capacidad de comprensión y de control, pero esto requiere creer en la unidad e integridad de lo humano. Hay una profunda relación entre todos los aspectos de mi personalidad y cada uno conoce el estado de todos los demás. A esto se le llama «armonía psico-somática». Nada existe separadamente, ni la piel de los riñones de las emociones de la sexualidad de la voluntad de la ambición de la tensión del estrés.
El cuerpo sólo es una manifestación de lo sutil que es nuestra mente. Toda manifestación de la mentecuerpo es el aviso de que algo está ocurriendo bajo la superficie.
Una enfermedad, lesión o accidente nos avisan de que hemos invertido la pirámide de nuestros valores y hemos antepuesto valores personales antes que los humanos, intereses particulares antes que comunicación y relación. La enfermedad avisa » deja de hacer esto y no pierdas en contacto con aquello «.

S.E.U.R.
(Sistema de emergencia, urge relacionarse)

Los mensajeros que a través de la sangre, del sistema nervioso y del sistema glandular llevan su información a todo nuestro organismo, tienen una compleja organización que está regulada por la pituitaria y el hipotálamo.
El hipotálamo regula funciones involuntarias como la temperatura, ritmo cardíaco, sistema simpático – parasimpático. El cerebro en general se conecta con él de manera que se convierte en un enlace entre lo funcional, lo psicológico y lo emocional.
Así el sistema inmunitario que está regulado por el cerebro a través del sistema nervioso, está muy afectado por el estrés psicológico. Ante un estrés, las hormonas liberadas por las suprarrenales afectan al sistema inmunológico del cerebro, lo reprimen y nos hacen más vulnerables a cualquier enfermedad. Otras muchas actitudes y reacciones pueden bloquear el sistema inmunitario al liberar estas hormonas. La ira constante, la depresión, el odio, la soledad, el dolor intenso y repetido. Otro ejemplo es el del nervio vago del hipotálamo que enlaza con el estómago de donde surgen los problemas gástricos relacionados con el estrés y la ansiedad. Otros nervios unen bazo y timo y liberan células inmunitarias que regularán la inmunología de la sangre. Cada efecto que manifiesta nuestro cuerpo se corresponde con una pauta de pensamiento o un estado emocional que repetidamente está por delante en nuestras relaciones. Los mensajes determinan nuestro estado.
La fuerza de la imagen mental afecta instantaneamente al cuerpo físico. El «clavarnos una puñalada por la espalda», emocionalmente o físicamente, no creo que las distinga nuestro cuerpo o el «rompernos el corazón».
Los mensajes de desesperación debilitarán los mecanismos de defensa y nuestro miedo, aunque imaginario, nos colocará en esa situación de muerte o abandono.
Todos estos mensajeros dejan huella no sólo en nuestra mente sino también en nuestro cuerpo. El poder del inconsciente traspasa las fronteras de la conciencia y empapa toda nuestra vida cotidiana.
Cuantos más mensajes de muerte y destrucción creemos más difícil será organizar la defensa y la supervivencia.
Los mensajes de vida, alegría y optimismo, nos fortalecen, nos dan energía y vida.
Todo lo que no reconocemos se encuentra guardado en nuestro inconsciente.
Allí está la centralita donde se reciben muchos de los mensajes, que si los reprimimos o escondemos afectarán seriamente a nuestra integridad física y psicológica.
La mente hay que descubrirla pausadamente y profundamente ya que es capaz de crear refugios contra cualquier conflicto y es capaz de negarlo todo, hasta las consecuencias de sus continuas negaciones.
Para los antiguos médicos de familia era muy importante la relación psicosomática, ya que el sentirse eufórico, alegre o comer bien eran sinónimos de gozar de buena salud. Sin embargo el estado melancólico – depresivo conllevaba una caída de las defensas.
Hoy casi ni nos miran a la cara y mucho menos les interesa si somos felices o no.
Para mucha gente sanitaria acostumbrados a sólo escuchar los síntomas y acallarlos, el término psicosomático es sinónimo de «imaginario». El hecho de que un paciente responda al placebo eso no quiere decir que la enfermedad sea imaginaria sino mental y que no podemos tratar por separado las dolencias físicas de las mentales. El placebo sólo estimula algo oculto en el interior de nuestro interior que no es nada más que el deseo de estar bien.
La medicina, hoy en día, secuestra al médico que se encuentra dentro de cada paciente, a base de cargas de profundidad poderosas que les impiden actuar y desarrollar su capacidad curativa.
Algunas veces hemos hablado de la Psico-neuro-inmunología, que estudia la relación de la mente con el sistema inmunitario y su comunicación con el sistema nervioso.
Nos hemos convertido en «pacientes», pasivos y dependientes, nos tiran de receta y permanecemos indefensos, sin intuición y sin escucha interna. Si el estado interior de la persona afectada no es respetado y menos reconocido como causa del problema será imposible, así, realizar una sanación total del individuo. No hay tiempo para hurgar y meterse en los laberintos de nuestro estado de ánimo.
Está claro que somos nosotros los que deberemos descender a las grutas de nuestro estado, cual espeleólogos, que vuelven atrás, hacia un pasado más o menos reciente, en el que fuimos preparando el terreno de los síntomas, aunque el síntoma o las causas hayan desaparecido, es muy probable que la impresión emocional persista y lo haga, incluso, por mucho tiempo, llegando a afectar a nuestra estructura celular.
Todos sabemos que si durante nuestra infancia no hemos recibido cariño, ni confianza, ni estímulo, ni valoración, es muy probable que nos queden secuelas a nivel de auto-seguridad, aceptación, reconocimiento, etc, y estas carencias, que perdurarán, se irán transformando en malestar para nuestra salud. Los conflictos del pasado persisten en nosotros, y es por eso que no nos podemos abandonar a la mala suerte del destino, sino actuar desde la conciencia del presente, corrigiendo aquellas pautas a base de profundizar en el interior del interior y cambiar, cambiarnos de obsesiones, neurosis, temores y hasta revisando nuestras afirmaciones más profundas. Estos conflictos emocionales – mentales amenazan a nuestra salud más esencial. Debemos encontrar el equilibrio a partir de nuestro propio desequilibrio.
Todo en nuestro ser tiende al equilibrio y al bienestar, cuando esto se comprende, aceptamos la enfermedad como camino y como guía, para aprender y evolucionar.
Abandonamos ese estado victimista de tantos enfermos y reconocemos el granito de arena que hemos aportado a nuestra enfermedad.
Decíamos al principio, que cada parte del cuerpo se corresponde con un aspecto de nuestra personalidad. Así las manos manejan nuestra vida, pero también van unidas a ellas los sentimientos de cómo nos manejan, de cómo enfrentamos los distintos sucesos de nuestra vida, la facultad de crear y de expresar. Si mantengo la misma actitud de pensamiento el daño seguirá manifestándose en la misma zona. Si fuéramos capaces de reconocer esas señales o mensajes y conectar con ellos es muy probable que ayudaríamos a liberar gran parte del contenido de esos problemas que se nos manifiestan. Es muy importante recuperar las partes ignoradas de nuestro cuerpo para podernos reencontrar con nuestras necesidades interiores, conflictos, confusiones o resentimientos muy ocultos y difícil de identificarlos si no fuera por nuestra conciencia corporal. Es aquí donde el Yoga, Tai Chi o cualquier otra disciplina de conciencia corporal-mental-energética, nos sirven de herramientas muy válidas para comprendernos mejor. En adelante todo requerirá una revisión y nos enfrentaremos a un dialogo profundo con nuestra comunicación y con nuestra fragilidad o levedad, esta vulnerabilidad nos hará conectar con la parte más bella de la existencia y del goce y privilegio que nos supone el vivir. Nuestra energía tiene un objetivo que es el de llevarnos hacia la plenitud y la contemplación. Se trata de desvelar el conflicto interno y transformarlo en armonía, para que los mensajes transportados por la sangre, las hormonas, las enzimas, los neuropeptidos, los neurotransmisores, las células inmunitarias, mantengan nuestro ser lleno de fuerza vital y con inteligencia.
Seguros de nuestra capacidad de reconocimiento y de aceptación, habremos creado una base sólida desde donde enfrentar la vida con equilibrio, sin temores ni inseguridades, reconociendo este gesto compasivo de la vida hacia nosotros.
Este gesto amoroso hacia nosotros y luego hacia los demás, pienso que es el verdadero milagro de la medicina.
Todo en la vida tiene su interior y su exterior, pero el exterior sólo se puede apreciar desde el interior, creo que esta es la gran enseñanza del cuerpo.

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