La mente sanadora
Un recuerdo de lo que quiere decir «estar bien» y de la importancia que tiene para nuestras vidas.
El concepto de salud, con mayúsculas, no quiere decir que no nos ocurra nada nunca sino que comprendamos, en un estado de paz interna y más allá del dolor o del bienestar, que la vida es como es, viviendo cualquier situación como lo que es, sin agarrarse a ella o, mucho menos, intentando evitarla. El cuerpo puede sufrir ciertos movimientos u oleajes pero si comprendemos que la marea en su profundidad y esencia es calma, aceptaremos nuestras “enfermedades” como parte de un proceso de ajuste y adaptación con el menor costo vital ya que todo nuestro organismo se aúna para compensar nuestras carencias o alteraciones. Esa calma interior nos ayudara a avanzar en la solución de un equilibrio más global de nuestro organismo.
¿Qué es lo que nos sana?
Primero explicamos las cuatro fuerzas que nos ayuda a profundizar en la curación son:
- El ver, cualidad de nuestra mente abierta y de nuestra percepción.
- El reconocer, aceptar implícitamente nuestra realidad, hablando u orando con nuestro cuerpo.
- El sentir, saber escuchar los mensajes que nos envía nuestro cuerpo consciente o inconscientemente.
- El creer, la fe ayuda a nuestra convicción mental y a reforzar la inmunología de nuestro cuerpo.
La vida está en constante movimiento de autorregulación, de equilibrio, de homeostasis. La vida en si misma es un instrumento de sanación, los objetos, la naturaleza, los textos, elementos de ritual, las personas y nuestra propia mente. Sin olvidar que el objeto más cercano es nuestro propio cuerpo. Todo aquello sobre lo que yo sea capaz de proyectar cualidades positivas, comprensión, luz, armonización, etc., adquirirá una importancia particular. Nuestra propia naturaleza está dotada de esas cualidades de perfección. Cuando uno habita interiormente en un estado de paz lo proyectará a su vida y todo lo que él quiera proyectar como beneficioso para su sanación lo será, ya que la verdadera naturaleza de todas las cosas es luz o perfección o energía integradora, como lo queramos llamar.
Cuando la mente vive en un estado de paz y es consciente de ella entonces no necesita elementos de sanación, la vida seguirá su proceso con sus reacciones pero su mente seguirá en paz.
Más allá de todo concepto de toda reactividad de nuestra mente la meditación nos despierta a ese estado de unidad, entonces nuestra mente es paz y lo será más allá de los opuestos y eso nos abrirá la puerta de ese otro conocimiento que despierta en el corazón.
Somos lo que somos, es el poder de mi realidad intransferible, agradecerla, aceptarla y utilizarla para vivir en paz.
Las fuerzas que me llegan del exterior son un regalo, una oportunidad de armonizarme con la vida y sus elementos.
La sanación no es algo ajeno o externo, no es la búsqueda atolondrada de un remedio físico, biológico o espiritual, es mi mente, calmada y en paz, la verdadera fuente de sanación. Reconocer las cualidades de nuestra mente para evitar las dependencias. Tenemos que crecer a través de nuestras crisis y aprender lo que nuestros problemas nos enseñan de nosotros para así desarrollar nuestras cualidades positivas y sacar lo mejor de nosotros, aprender el arte del desapego. Pero muchas veces los problemas son una fuente de adicción, nos ocecamos con ellos y los empeoramos. Debemos ser perseverantes y meditar en lo positivo de la vida para despertar en nosotros esas fuerzas sanadoras.
La meditación nos enseña a enfrentar nuestros pequeños problemas cotidianos:
- Desdramatizar y no preocuparse de las pequeñeces y cosas sin importancia
- Desenfocar cuando los problemas son serios, salir, en lo posible, del ojo del huracán. Muchas veces lo que más nos duele de una molestia física o mental, no es el propio dolor sino lo que pensamos de él ya que esa actitud conlleva un estrés y una presión negativa adicional.
- Afrontar con calma en nuestra mente y en nuestro cuerpo cuando comprendamos el problema y su raíz, siendo precisos en su resolución.
Estos tres aspectos nos llevan a comprender que si conseguimos desapegarnos de los problemas y de sus ansiedades, o al menos reducir estas dos cualidades, se convertirán, probablemente, en un elemento positivo de observación y de análisis sobre nosotros mismos. Todo problema y toda crisis son un pequeño laberinto para acercarnos un poco más al centro de nosotros mismos. Debemos acogerlos con confianza y con fuerza para superarlos.
El punto de apoyo
Cuando estamos pasando un mal momento psíquico, mental o espiritual, cuando sentimos que perdemos la calma o ese estado de paz en nuestra mente, entonces necesitaremos inspirarnos y evocar algo, alguien o alguna situación que en nuestra vida nos haya sido positiva o gratificante. Un punto de apoyo es simplemente eso, la contemplación de un estado vivido que estimula la visión positiva de nuestra realidad, despertando en nosotros el corazón, con sentimientos positivos que nos ayudarán a disolver la negatividad de ese momento.
El obstáculo más grande con el que nos tenemos que enfrentar para descubrir nuestra propia naturaleza es nuestro apego. Es cierto que nuestra práctica en Samatha nos dará referencias claras para apaciguar nuestra mente y poder proyectar otra visión sobre nuestra realidad. Reconocer que dentro de nosotros hay una luz que nos acompaña siempre, que no es una quimera sino que vivimos con ella y que la podemos proyectar en cada momento. Conviene no olvidarlo y recordárnoslo cada día. Esto nos hará ir descubriendo que nuestra verdadera naturaleza es samadhi, perfección o iluminación, y esta será nuestra fuerza.
La Forma es la esencia, la causa creativa
que hace que las cosas sean lo que son.
Esta es la sabiduría del universo.
Por eso, si soy consciente de ello,
la Forma de mi cuerpo es oración.
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