Comenzamos con estrecheces

Existir es el acto de ser con la dinámica de la vida.
Existir puede ser algo estático, la vida es algo que se expande, algo que crece en todas las direcciones, es la energía vital, en estado puro. Es la capacidad de cambiar tanto de formas como de cualidades. Es desplegar y descubrir todo nuestro potencial. Se trata de vivir más plenamente hasta alcanzar un desarrollo personal lo más amplio posible. Es el acto de ser.
Recordar que somos como un río de montaña que nos vamos desplegando poco a poco hasta alcanzar el mar. Nos sumergiremos, nos evaporaremos, lloveremos pero al final, siempre nos espera el océano. La vida va a pasitos con limitadas y estrechas esferas de experiencia y con poquitas capacidades, hasta que va creciendo y desplegándose en formas creativas que van reconstruyendo nuestra desintegración y separatividad.

SABBE SANKKHÂRÂ ANICCA – Todo está en constante cambio

Características básicas de la existencia

• Impermanencia
• Naturaleza cambiante
• Conflicto de fuerzas
• Imperdurabilidad

Los cambios traen nueva esperanza. Sin cambio no habría reforma, ni nuevos valores. Permaneceríamos atascados y no podríamos alterar nada de nuestra realidad, ni siquiera el poder perfeccionarnos. No podríamos evolucionar nuestras vidas y la comprensión y la paz interior se alejarían de nosotros.

Tres factores nos van a ayudar a afrontar la impermanencia o cambio:

– La aceptación de lo que es
– La comprensión experimental de que todo es relativo y no eterno
– El desapego, observando en silencio como se manifiesta el cambio

Se trata de viajar ligeros de equipaje por nuestras realidades, participando plenamente.

Contenidos

La serenidad

El pasado es la memoria el recuerdo
El futuro es la anticipación
El presente es la conciencia

El camino

Mantener una serenidad firme y dedicarte a tu meta con pasión son los objetivos de un trabajo interior.
La intención que desarrollamos debe ser sin apego al resultado, lo que nos permitirá tener conciencia del momento presente, que es cuando verdaderamente es efectiva.
Tu intención es para el futuro, pero tu atención es para el presente.
La intención se manifestará porque en el presente se crea el futuro.
El futuro lo podemos crear siempre a través de nuestra intención, siempre que exista desapego, pero nunca a base de luchar con el presente.
El pensamiento es conciencia real. Se trata de liberarse de la carga del pasado para que la acción en el presente se convierta en suelo fértil para crear el futuro.

Pasos a dar:

  • Entrar en meditación e introducirnos entre nuestros pensamientos en silencio, con nuestro ser esencial.
  • Crear un estado de auto-referencia, conectar con nuestro ser, no dejarnos ver a través de los ojos del mundo, no dejarnos influenciar.
  • Renunciemos al apego al desenlace, viviendo el momento ya que nunca conoceremos como será el desenlace.
  • Deja que el universo arregle los detalles.
  • Practicar el recordar y la conciencia en el presente.

Apego

Para conseguir cualquier cosa debemos de renunciar al apego, no a la intención o al deseo sino renunciar al resultado.
Apego es miedo, inseguridad, necesidad, se basa en que desconoces tu propio ser.
Forzar la solución sólo crea nuevos problemas.
La riqueza de la conciencia es tener lo que deseas y cuando lo deseas con el menor esfuerzo. Esto necesita comprenderse desde el desapego.

JHÁNA o los ocho estados de entrar en la meditación

  1. Separarse de los deseos de la mente, especialmente los destructivos. De ahí nace el desapego y requiere cuatro aspectos: análisis, reflexión, éxtasis y paz mental.
  2. Más allá del análisis y de la reflexión aparece la serenidad interior y la unificación de la conciencia, es decir da paso a la mente estable que vive en alegría interna y felicidad.
  3. Al traspasar el segundo jhána aparece el equilibrio, la concentración y la atención, algo que sólo se puede vivir en el presente. A esto se le llama la ”felicidad corporal”. Es el encuentro con la ecuanimidad, la concentración y la bendición.
  4. Al pasar el tercer jhána y sus opuestos, felicidad-sufrimiento, la alegría interna-la pena, aparece la conciencia ante toda creación pudiendo observarla, respetarla e incluso dialogar y comprenderla. Dicen que es el más equilibrado al que Carl G. Jung llamó “la consumación de la muerte”, ya que después de recorrerlos todos antes de morir dicen que Buda murió en dicho estado de equilibrio.Los otros cuatro jhánas pertenecen a la esfera de la conciencia, de la “no forma”. 
  5. Esfera de la concepción del espacio infinito, vivimos y nos manifestamos en distintos niveles de vibración.
  6. Esfera de la concepción de la Conciencia Infinita, la vida es una conciencia en la que todo sigue su plan de manifestación. Dejar hacer a la naturaleza ese es su principio.
  7. Esfera de la concepción de la Nada. Nada en la existencia está separado de todo lo demás. Nuestra libertad no es la capacidad de elegir basada en la experiencia-memoria sino en la capacidad de ser en cada momento, llenos de conciencia, sin elección.
  8. Esfera de la concepción del Samádhi, todo es presencia. Somos como las neuronas de un gran universo. Abandonarse a su presencia es lo que nos da luz y orden interno.

Se dice que nuestra práctica se compone de los seis “Paramitas” o prácticas de la perfección que nos llevan a la otra orilla: el don (trabajar por el bien de todos los seres), la paciencia, la moralidad (respeto a los preceptos), la energía, la meditación y la sabiduría.

Entrar con buen pie en la meditación es cuestión de equilibrio

Los pares de opuestos que son el Poder-Amor y la Sabiduría-Compasión requieren de un gran esfuerzo para equilibrarlos y que nos sirvan de apoyo y no de obstáculo para nuestra evolución.

El primer par, poder y amor, es el más complejo. Mientras el primero indica fuerza, autoridad, control y manipulación y puede convertirse en una fuerza dominante, sin amor, cruel e insensible, el segundo significa entrega, conexión, buscar el bien común, conciencia de la totalidad y escucha y se convierte en algo abierto, integrador, enriquecedor y busca la conciencia unificada de todos los seres.
¿Cómo conseguimos llegar a balancear estos pares?.
Lo primero es tener desarrollada una capacidad de atención para dar luz a la interiorización de cada componente del par, es decir, el poder y el amor.
Desempeñando el ejercicio del poder con una atención clara y definida y no con manipulación egocéntrica para que el poder calme la ambición o expectativa de nuestra mente y de paso a la expresión de la solidaridad y del “cuidar al otro”, será como el componente del amor se empezará a desarrollar.
El vivenciar este gesto hace que la mente y el corazón de quien lo practica se sientan más humanos y más satisfechos de su propio trabajo, esto es ejercer el poder a través de la luz, de su interiorización («insight») y es lo que les servirá como guías de su proceso.
Desarrollar de este modo la práctica del poder hace que ese sentimiento de amor hacia lo creado tenga más fuerza tanto hacia su interior como hacia afuera, de modo que el poder, sin perder su fuerza, se irá integrando más claramente con el amor para llegar a ese equilibrio inestable y permanente.
Por otro lado los defensores del amor deben comprender que el amor sin poder es débil e impotente. El corazón sin cabeza no sana y la cabeza sin corazón no evoluciona, no le llega la luz.
Tenemos acercar el poder al amor para que nos aporte la fuerza de la resolución y nos ayude a fluir con más intensidad. Necesitamos ser amables y también resueltos.
A los humanos nos zarandea fácilmente el viento, como a las hojas el otoño.
Este yin y yang de amor-poder lo debemos equilibrar para tener una visión de centro.
Cuando actúan en armonía, las cualidades negativas de cada uno se neutralizan y así el poder mantendrá su fuerza, creatividad y habilidad para desarrollar sus actividades, mientras que el amor será el nutriente que nos alimente, empuje y sostenga para llevar a cabo nuestra función en la vida.
Podemos y debemos usar todos nuestros recursos humanos, sin que la negatividad nos detenga, ni nos destruya, para lograr el equilibrio y la armonía.
La herramienta esencial es la Presencia, la luz, la interiorización o el «insight».

El segundo par de opuestos son la sabiduría y la compasión.
La compasión nos sitúa ante el mundo de lo relativo mientras que la sabiduría se refiere a lo absoluto.
Es como el equilibrio Cielo-Tierra que cuando se dan en armonía y con correspondencia o compatibilidad entonces surge el equilibrio.
La sabiduría nos lleva al entendimiento de las cosas y situaciones de la vida para darles la solución adecuada. La compasión se enfoca en elegir la acción más apropiada para ayudar y acompañar a aquellos que necesitan calmar su dolor y sufrimiento.
La sabiduría extrema nos lleva a lo vacío e ilusorio, no ve nada concreto, ni práctico en el mundo. No hay mundo al que servir ni seres que puedan salvar su existencia. Nada merece la pena ser llevado a cabo. Todo esto nos parece un poco negativo y nada deseable. Pero no olvidar que es una actitud sana de la comprensión de la realidad por la conciencia, aunque llevada a su extremo.
Es la verdad absoluta, sin ninguna referencia a la verdad relativa. Es una verdad impracticable.
Para que la sabiduría se haga equilibrada y practicable necesita de la compasión. La compasión juega un papel relevante en lo solidario y en la ayuda mutua.
Un modo de vida desequilibrado o unilateral hace que uno esté bajo el dominio e influencia de una personalidad egocéntrica, orgullosa, arrogante y alienada respecto de la esencia.
La compasión por si sola no sirve para enfrentarnos a los complicados seres que somos, ni al complejo mundo que habitamos, necesitamos de la sabiduría para iluminar los sucesos de nuestra vida y descubrir así sus condiciones y sus causas.
La sabiduría requiere del entendimiento intelectual y de una visión interna o «insight», para ser y vivir en concordancia con lo que sabemos, ya sea por vía intelectual o por contacto interno directo.

La compasión nos permite ver situaciones arriesgadas y peligrosas de esta vida cambiante en cada momento para permitirnos habitar en un lugar más seguro y agradable en el que vivir.
Sin compasión el mundo estará fragmentado en polaridades rico-pobre, blanco-negro, cristiano-musulmán. La división hace del mundo un lugar peligroso y los seres desarrollamos más odio y más desconfianza así la ilusión crecerá llevándonos al caos o desorden total, no habrá lugar seguro en el mundo y no generaremos recursos para la paz. Sin seguridad, ni confianza no hay paz. Sin paz no trenzaremos vínculos y perderemos la identidad de la vida y de lo humano al no ser capaces de dar más de nosotros mismos.

La compasión alimenta la vida, el mundo, la sociedad y a nuestro corazón.
Necesitamos la compasión para perdonarnos y ayudarnos a comprender y regenerar nuestros errores. Todo error es un sufrimiento visible o no. En vez de culparnos es mejor sembrar un sentimiento de compasión en la parte de nosotros que ha errado o nos ha llevado a cometerlo.
Con compasión emergemos del dolor y sufrimiento causados y generamos energía para revivir las situaciones de un modo más correcto que nos permita empezar de nuevo o encontrar el modo de hacer las cosas sin repetir el antiguo patrón.
Si vemos algo malo o inaceptable, lo primero que hemos de hacer es tener compasión de nosotros, reconociéndolo y aceptándolo como es.
La compasión nos ayudará a entender lo inaceptable o lo malo, ya que está muy asociada al intelecto, y con el entendimiento existe una posibilidad de aceptar. Con la aceptación viene la bondad amorosa que fortalece la compasión y nos lleva a la transformación, a un cambio más sustancial de la conciencia.

Práctica

Sembrar silencio entre cada pensamiento

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