El Yoga de la luz y de la oscuridad

Capacidad y comprensión de nuestro corazón: 2 – El Yoga de la luz y de la oscuridad

Algunas claves que pueden ayurdarnos a integrar la meditación en la práctica.

Tenemos que vivir en paz con nosotros mismos y en paz con los demás, ser generadores de paz. Pero, ¿cómo dejar de reaccionar ciega u obsesivamente cuando tenemos que enfrentarnos a situaciones que no nos gustan?, ¿cómo dejar de generar tensión y permanecer en un estado de serenidad, de paz y de armonía?. La respuesta parte del «darnos cuenta»

Siempre ha habido gente lúcida que le han interesado estos problemas del sufrimiento humano y siempre se han encontrado atajos que al final no son muy útiles. Es lógico que cuando ocurre algo no deseado, empezamos a reaccionar con ira, miedo o cualquier negatividad. Habitualmente lo que hacemos es desviar la atención hacia otras realidades o estados lo antes posible. Cuando surge sales a andar, te bañas, cantas un mantra o piensas, o ves otras cosas de forma que la negatividad disminuya. Se trata de despistar a la mente y desviarla de sus intenciones para que la negatividad no nos afecte.

Liberar la mente de agitación siempre es positivo aunque ese modelo sólo nos sirve a nivel de mente consciente ya que lo que hacemos es desviar la atención y desplazar la negatividad hacia nuestro inconsciente donde sigue actuando y generando negatividad. En la superficie hay calma y hasta armonía, pero en lo profundo hay un mar de fondo de negatividad reprimida que antes o después nos enseñará sus mareas arrasadoras.

Desviar la atención no nos libera del problema, tan sólo escapamos y no nos aporta una solución. Con nuestras negatividades o fantasmas tenemos que aprender a convivir, a sentarnos con ellos y mirarles a los ojos, hay que enfrentarse al problema. Cuando la negatividad emerge en la mente, necesitamos observarla, confrontarla y sólo con estar presentes en ella, la contaminación mental empezará a perder fuerza, a desinflarse hasta poder llegar a eliminar su raíz.

A la mente hay que ajustarla y ni la represión ni la rienda suelta le favorecen ya que si escondemos la negatividad en lo profundo de nuestras mentes entonces no la eliminamos y aflorará en nuestras conversaciones o relaciones de modo explosivo y dañino generando un mal a nosotros y a la gente que nos acompaña. Pero si la observamos poco a poco la contaminación desaparecerá y estaremos libres de esa negatividad.

Nuestra reactividad dañina siempre nos pilla por sorpresa y explotamos, no sabemos controlarla y luego, cuando el oleaje pierde su fuerza, vienen las lágrimas y los arrepentimientos. Así es como reaccionamos la mayoría de los humanos. Luego volvemos a practicar el perdón pero será inevitable que la próxima vez reincidamos porque ese rastro de contaminación permanece en lo más profundo de nosotros.

El problema es que nosotros no somos conscientes del momento en el que se desencadena nuestra reactividad, en que comienza esta contaminación. Comenzará en lo profundo de la mente inconsciente y cuando llegue al consciente habrá tomado tanta fuerza que nos arrastrará y no podremos observarla.

Es imposible observar nuestras negatividades de modo abstracto ya que la emoción y el objeto que la origina son indisociables. Lo mismo que no sirven los buenos consejos en el momento en que se desencadena una reactividad. Lo que sí es cierto, es que siempre, detrás de toda negatividad o reactividad, nuestro cuerpo desarrolla dos tipos de reacciones digamos que son de defensa o dos alarmas para tomar conciencia, una es la pérdida o alteración del ritmo de nuestra respiración natural y la otra son unas reacciones fisiológicas que generan unas sensaciones particulares en mi cuerpo que las puedo reconocer.
La aplicación práctica es bastante sencilla. Es difícil acceder a los aspectos abstractos de la negatividad (imágenes, visualizaciones, etc.) sin embargo, con un cierto adiestramiento, sí puedo reconocer las alteraciones en mi respiración y también reconocer ciertos tipos de sensaciones. Con ellas no podemos discutir sólo podemos admitir que están ahí y que algo nos están indicando, no les podemos echar las culpas de nada, nuestra negatividad es nuestra.
Si somos capaces de observar la respiración y las sensaciones, de una forma sorprendente veremos que esas impurezas tienden a desaparecer de manera evidente y en poco tiempo.

La relación emoción-pensamiento versus respiración-sensación conforma un conjunto indisoluble, de modo que al actuar sobre alguna de ellas (respiración o sensación) irradiamos, observamos y actuamos sobre las otras (emoción o pensamiento). En vez de escaparnos de nuestras emociones-pensamientos lo que hacemos es actuar desde la observación de la respiración-sensación impidiendo así que nos arrastre la negatividad y/o reactividad hasta conseguir superarlas y disolverlas.

Este trabajo supone tender otro punto de vista sobre nuestra realidad. Antes culpábamos de nuestros males al mundo (exterior) ignorando nuestra realidad interna al no conocer las causas y el origen de nuestra reactividad o negatividad.

La relación respiración – sensación expresa una dirección externa – interna, observo cómo se altera mi respiración y también siento mi estado interior y sus sensaciones. La respiración nos sirve de puente entre la mente y el cuerpo, comprendiendo sus desequilibrios y aprendiendo a no reaccionar de manera impetuosa ante sus solicitudes. Si amortiguamos nuestra reactividad conseguiremos darnos cuenta de nuestra negatividad y hacer que progresivamente pueda desaparecer. Toda emoción o pensamiento es una forma de energía y para no dañar debe circular, no debe quedar retenida bloqueando el paso de una infinidad de funciones o acciones que hay que realizar diariamente.

La práctica nos hace ser muy ligeros y quitar importancia a los pequeños puntos de tensión que constantemente se manifiestan en nuestras vidas, disolviendo rápidamente toda manifestación de negatividad, sin alimentarla. Eso hará que si nuestra intención está puesta en vivir en presencia, “Karmasu kausalam”, nuestras actitudes interiores de compasión y serenidad, de aceptación y comprensión, de solidaridad y apoyo mutuo tendrán vía libre para expresarse. Y la realidad conscientemente recordada con la práctica hará que sin dejar de ser quienes éramos antes, después de este trabajo no saldremos siendo los mismos ya que la mirada que tenderemos hacia el mundo, hacia la vida y hacia los demás seres tendrá otra luz.

Necesitamos practicar para encontrar un equilibrio que nos permita mantener la mente despierta, el corazón abierto y la tripa fuerte y clara ().

La paciencia, la constancia y el desapego son las tres claves para llevar adelante un esfuerzo interior.
La paciencia es un aceptar de forma relajada que tendremos que repetir cada práctica una y mil veces hasta limpiar las impurezas que se manifiestan en nuestro interior en forma de agitación, dispersión, reactividad o negatividad.
La constancia es una energía de decisión y de dirección para alcanzar un objetivo que requiere compromiso y responsabilidad. Es una forma de no cejar en un empeño y de confiar en lo que nos espera a la salida del túnel que no es otra cosa que disponer de mi bondad y de mi serenidad.
El desapego no es una indiferencia o abandono de interés por la vida sino una comprensión sensible del sufrimiento, sin agitación ni revoluciones y con una cualidad interior amorosa y receptiva.
El desapego nos lleva a la entrega y la búsqueda de ese bien común que es el amor y la paz sin perder mi equilibrio. Es así como se manifiesta la serenidad.

El trabajo es el de aceptar nuestra realidad y nuestra naturaleza tal y como son sin complejidades ni grandes rituales, es la simplicidad del corazón la que crea el arte de vivir.

Necesitamos conocernos y reconocernos a través de nuestra realidad y de nuestra experiencia física, mental, emocional y espiritual. Reconocer la verdad de nuestra estructura mental y física nos ayudará a acercarnos hacia nuestro equilibrio. Aceptarnos y reconocernos tal y como somos supone aprender a ver la realidad tal y como es.
La intención en nuestro corazón es trabajar por el bien común de todos los seres, ser generadores de ayuda mutua y buscar y respetar la paz y la armonía de cada uno. Este objetivo es irrenunciable y siempre será un buen fin.

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